Legalidad que genera ansiedad

13.02.2019

Para ser empresario/a no vale con disponer de una idea brillante, aunque resulte imprescindible. No vale con posicionar en el mercado el producto, proceso o servicio que mueva nuestro día a día y responda a las necesidades del cliente. No vale con rodearse de los mejores profesionales o contar con los mejores recursos materiales.

Además de todo ello, que es preceptivo y obligado para asentar cualquier proyecto, es necesario cumplir con la tela de araña legal, que nos permita permanecer en el mercado y que evite males mayores ante cualquier posible tropiezo o desliz.

Es decir, aun partiendo de la premisa de la buena voluntad, de que todos queremos cumplir con las reglas del juego, hemos de levantar muros de contención y protección que demuestren ante terceros que esa voluntad es férrea e incontestable.

Sostener una empresa hoy exige dotarse de herramientas que corroboren que hacemos las cosas conforme a derecho y que no somos responsables en el caso de que se generen daños a terceros, ya sea a nivel individual como Administradores, ya sea a nivel empresarial, exonerando a la empresa de prácticas individuales que en su nombre se hayan podido realizar irregularmente.

A esta dificultad hay que añadir la tipología de empresas que tenemos en Euskadi, pequeñas y medianas en su mayoría. Esto hace que no sea fácil estar al corriente de la prolífica legislación existente en todos los campos. No será la primera vez que una empresa se encuentre al margen de la ley por desconocimiento de la norma o porque cumplirla es misión harto compleja.

A modo de ejemplo, en mayo del pasado curso entró en vigor el nuevo Reglamento General de Protección de Datos generando un revuelo interesante que destapó la falta de cumplimiento, no de ese nuevo Reglamento, sino de la norma anterior en muchísimas empresas.

Hay herramientas para dar seguridad a las compañías y a los empresarios que, vistas las muchas exigencias legales, apuntalarán su confianza en el proyecto que dirigen y facilitarán que no se pierda el foco en su misión, visión y valores.

Esas asas a las que pueden agarrarse son dos fundamentalmente: La implementación de manuales de prevención de delitos o Corporate Compliance; y el aseguramiento de los Administradores con una póliza D&O.

El objetivo de implementar el Corporate Compliance en la empresa no es otro que el de librar de cargo alguno a la sociedad en el hipotético caso de que en su seno se haya cometido un delito. Para ello, antes hay que integrar protocolos ad hoc, difundir y formar a toda la plantilla sobre los mismos y acometer una revisión periódica de cara a garantizar su ejecución y buen cumplimiento.

Esto es fundamental para la estabilidad e integridad de la compañía. Pero, ¿de qué le sirve a los Administradores? Les será útil en tanto queda acreditado que han sido los que han impulsado el programa de delitos en la propia empresa, se atienen a él y, de esa manera, protegen su propia responsabilidad ante la posibilidad de que uno de los profesionales haya obrado al margen de la Ley. Y si a eso le sumamos el hecho de que cuentan con una póliza D&O, la protección será doble.

Hay que seguir haciendo las cosas diligentemente. Pero hay que procurar que esa diligencia no se convierta en motivo de ansiedad. Herramientas como éstas han venido para quedarse y son un elemento más, diferenciador y estratégico, que juega a favor de la competitividad de la empresa y Administradores que las adoptan.

(Artículo de opinión firmado por Juan Recalde /
Publicado en Expansión el 8 de febrero de 2019)